- Por Charly Levi
Sin perder su toque nostálgico con grandes momentos y figuras de la pelota latina, la legendaria Serie del Caribe, presenta por fin un balance favorable en su tercera edición en la denominada Capital del Sol: Miami. Luego de dos rotundos fracasos económicos para la empresa PolySports entre 1990 y 91, por no contar con un escenario adecuado a las exigencias y categorías del evento, la edición 2024, escenificada ahora mismo sobre las cenizas del también legendario “Orange Bowl”, reporta un éxito financiero por los niveles de asistencia favorables entre la clientela latina.
Desde que México fue aceptado como miembro de la Confederación de Beisbol del Caribe a inicios de los 70´s, en el marco de la reactivación del clásico caribeño, luego de varios años de suspensión, originada por los cambios políticos en Cuba, México se convirtió en una especie del “Angel de la Guarda” del pelotón latino, ya que en diversas ocasiones, ha entrado al quite para salvar la realización del evento, a excepción de la edición de 1981, cuando ya se vislumbraban nubarrones en el firmamento para MLB, debido a una huelga de peloteros en escuadras caribeñas.
Desde entonces, la LMP ha traído a territorio mexicano un total de 16 ediciones de la también conocida como la “Serie Mundial Latina”, en donde hemos tenido la oportunidad de disfrutar de un amplio cartel de peloteros de extraordinario nivel. La primera Serie del Caribe en México tuvo verificativo en México allá por 1974 en Hermosillo, afición que pudo ser testigo de cómo se coronaron los Criollos de Caguas. La capital sonorense ha sido sede en seis ocasiones, misma cantidad de veces que lo ha sido la “Perla del Pacífico”, Mazatlán. Mientras que Culiacán ha albergado en dos ocasiones el clásico; Mexicali lo fue en 2009 y regresará como sede para el próximo año. Guadalajara, ya recibió también en el 2018, el magno evento. Solo en dos ocasiones México ha podido aprovechar su condición de local para campeonar: En Mazatlán 2005 con los propios Venados y Hermosillo 2013 con los Yaquis de Ciudad Obregón como locales.
EL TORO SE QUEDÓ EN EL CALENTADERO
En plena etapa de reactivación, la Serie del Caribe atravesó por serios problemas de índole económica, algo que se extendió a lo largo de los 80´s e inicios de los 90´s, prueba de ello fue que Puerto Rico y Venezuela renunciaron a organizar la serie en 1990 y 1991, respectivamente y cedieron los derechos a la empresa de Poly Sports para llevárselo a la Florida.
Aunado a eso, también eran comunes los problemas de logística de los equipos que, en diversas ocasiones llegaron a los Aeropuertos de las sedes, inclusive a unas horas de la inauguración del evento.
En este sentido, en Mazatlán 1993, la estructura de organización de la Serie del Caribe presentó el colapso anunciado, dada la escasez de atención por parte de la Confederación de Beisbol del Caribe a este tipo de detalles.
Derivado del empate en el primer lugar de la competencia entre las Águilas Cibaeñas y los Cangrejeros de Santurce, algo que prácticamente el comité organizador a través de los años no había considerado, se tuvo que programar el partido de desempate en el horario nocturno que correspondía jugar a los Venados de Mazatlán y las Águilas de Zulia. Santurce ganó el partido definitivo y se proclamaron campeones, pero mando hasta cerca de las 23 horas, el arranque del juego entre México y Venezuela, partido de mero trámite, pero que para los aficionados que abarrotaban el “Teodoro Mariscal” tenía un atractivo especial: Fernando Valenzuela estaba anunciado y confirmado para lanzar frente a Zulia. Como todo profesional, el ganador del Cy Young en 1981, calentaba el brazo bajo la supervisión del coach de pitcheo Sid Monge, sin embargo, el viejo conocido de la afición, Pompeyo Davalillo, piloto de los sudamericanos, envió a su coach Rubén Amaro a decirle a los umpires que los zulianos no jugarían el partido, argumentando que su vuelo salía a temprana hora para retornar a Venezuela, dejando a Ramón “Diablo” Montoya y a los hombres de azul, plantados en el home plate para el intercambio de alineaciones. Pese a los reclamos y la rechifla del publico mazatleco, el comportamiento de los aficionados fue ejemplar al abandonar el estadio en estricto orden, eso sí, a ritmo de la banda sinaloense.
¡Un día más, un día menos!