- En la opinión de Chelsea Guzmán
Las candilejas del Centenario volvieron a prenderse este jueves en el marco de un día histórico y lleno de emociones por parte de todos los que estuvimos presentes en el juego inaugural.
Desde muy temprano en las oficinas de Olmecas se sentía la emoción y el conocido corre y corre para verificar que todo saliera a la perfección por la noche; las expectativas eran muy altas, sabíamos que cada detalle debía estar a la altura de eventos pasados; el día fue avanzando y la adrenalida previo a cada apertura de temporada se respiraba en todo el ambiente.
Desde las oficinas de Olmecas Network se hablaba de todo un poco, la final de la Liga Mexicana del Pacífico, el conato de bronca en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional y las expectativas que teníamos de la afición por responder al llamado del regreso al Centenario, esta ocasión convertido en un infierno rosa.
La sonrisa de tonta en mi cara no se podía borrar cuando salí por un momento a la explanada y vi la fila que se formaba para ya poder accesar al estadio y obvio, recibir una de las gorras que darían a los primeros mil aficionados que llegaran puntuales a la cita, señores, señoras, niños, niñas, familias enteras con la franela de los Olmecas y otros con playeras que mandaron a hacer con logo rosado con los tan llamativos tulipanes de “Las Olmecas”, todos acorde al día que nos esperaba.
La hora se acercaba para iniciar la ceremonia de inauguración y veíamos a las jugadoras listas, uniformandose y fajandose la jersey para verse impecables, estaban listas y lucían el uniforme de gala, el blanco con letras verdes, algunas haciendose las sombras, mientras otras se colocaban el tape; lo que sí compartían todas era esa emoción, la felicidad indescriptible de estar a unos minutos de vivir el sueño, de aquello que se veía tan lejano por fin estaba por hacerse realidad.
La alfombra rosa estaba puesta, las jugadoras formadas para salir al momento en que el sonido local anunciara su nombre, el momento había llegado, las caras de cada una de ellas decían lo que su boca no podía, la piel china que mostraban a las cámaras, lagrimas asomandose y en su mayoría con el corazon completo por tener a sus familias aquí, desde papás, hermanos, esposos, hijos.
Todas formadas sonreían, sus familias gritaban desde las gradas, los aficionados se habían redido ante los 29 elementos que forman parte de la primera generación de las Olmecas.
Todo esfuerzo ha valido la pena para la profesionalización del softbol aquí en México, el primer pitcheo fue en punto de las 7:30 pm y la cubana Anisley Lopez lució en la placa del Centenario recetando CATORCE chocolates, el raizer y ese pitcheo en la esquina de afuera eran una poesía a todos los que mirabamos el juego, en mi caso comentando lo que sucedía en el terreno.
El juego finalizó a favor de Diablos Rojos Femenil, y empezó el show que todos esperaban, el cielo se pintaba con pirotecnia mientras que en la pantalla se veían vídeos de apoyo, de ellas mismas y de algunos de los muchachos como Roel Santos y Franisco Lugo. Los shows y la experiencia del fántico desde el 2022 han ido superandose; miro atrás y me enorgullece y me llena el corazón ver como ha cambiado todo dentro y alrededor de Olmecas, hace una decada que tengo la fortuna de estar en el mundo de la pelota y no me queda más que decir que deseo y espero de corazón que esta semilla que se sembró con la Liga Mexicana de Softbol sea la ilusión y el sueño de las más pequeñas que vienen detrás, de las niñas que asistieron al juego y se dieron cuenta que si se puede.
A las jugadoras y cuerpo ténico, felicidades, sientanse orgullosos de la paciencia, resilencia y amor con el que esperaron este momento, por pelear por sus sueños y entregar su corazon al juego.